El mundo rural reclama la gestión sostenible de su territorio para sobrevivir

 

Alcaldesas de pequeños municipios, expertos en incendios, profesoras de universidad, técnicos y promotores de conservación de naturaleza y de gestión forestal, pequeños empresarios rurales, especialistas en desarrollo rural y comunicadores reconocen en la cita anual de “Mundo Rural”, en Orea (Guadalajara), la “vital importancia de la presencia del ser humano en el territorio como garantía de su gestión sostenible y del mantenimiento de los servicios que la naturaleza presta a toda la sociedad”.

No es solo una actividad económica lo que está en juego, es un territorio con sus personas, su historia, cultura, vivencias y necesidades, pero también están en juego los servicios ambientales que prestan los bosques y los espacios naturales de los que son custodios los habitantes rurales. Mantener actividades tradicionales, que han formado parte de la economía de estos municipios, mediante el conocimiento, la experiencia acumulada y la tecnología necesaria para facilitar el rendimiento del trabajo, es una oportunidad para fijar población y gestionar de forma sostenible el territorio.

“La ciudad no puede vivir sin el mundo rural. Por el contrario, el mundo rural puede vivir sin la ciudad perfectamente. Somos naturaleza y frente a un mundo artificial, hecho de plástico, hay un mundo real, de naturaleza de la que depende la ciudad y sus habitantes más de lo que son conscientes. El lema de estas jornadas Nuestro bosque, nuestro futuro, bien podría ser nuestro bosque, vuestro futuro, el de toda la Humanidad”, aseguró José Esquinas, ingeniero agrónomo que ha desarrollado su carrera profesional en FAO y ponente inaugural de las jornadas.

Para Esquinas, que ha recorrido decenas de países en misiones de la FAO, “la agricultura, entendida con un concepto clásico de gestión de la producción agrícola, forestal y ganadera, decía Cicerón que es la profesión del sabio. Ese hombre rural que debe saber de meteorología, de suelo, de plantas, de producción, de agua y de procesos naturales, es un hombre sabio. La sociedad no va a volver al equilibrio ecológico si no miramos al mundo rural y su sabiduría”.

La primera de las mesas redondas comenzó con una conferencia de Marc Castellnou, Jefe del Grupo de Actuaciones Forestales (GRAF) de Bombers de Catalunya. Su mensaje directo, basado en la exposición de datos e imágenes de algunos de los grandes incendios más graves y destructores de los últimos años, no dejó duda sobre la necesidad de gestionar los bosques si se quieren proteger frente a los grandes incendios forestales. “La era de la extinción ha llegado a su límite. Nos creíamos que íbamos a apagar todos los incendios y estamos de retirada, no podemos luchar contra estos incendios si seguimos así. El 92 % de todo el presupuesto forestal de Europa se va al a extinción de incendios, no invertimos en el bosque que queremos salvar, es un sin sentido”.

Aclaró un concepto que aún hoy se presta a confusión interesada: el papel del cambio climático en los grandes incendios forestales. “El cambio climático es la excusa, el espantajo al que echar la culpa. El verdadero problema es la falta de gestión del territorio, es cómo tenemos nuestros montes. El cambio climático pone las condiciones ideales, pero sin combustible no tendríamos el tipo de incendio que sufrimos ahora. Y lo que tenemos son incendios que producen tal cantidad de energía que es humanamente imposible apagarlos. Tenemos incendios de 100 hectáreas que están dando lugar a pirocúmulos que producen una expansión tan rápida del incendio que no podemos responder de forma inmediata. Son condiciones que antes solo se producían en un incendio de 40.000 hectáreas, ahora son cada vez más frecuentes en incendios pequeños, porque hemos parado los procesos de gestión y acumulamos biomasa, es decir, combustible gracias a las condiciones de sequía y altas temperaturas que provoca el cambio climático”.

Dicho de otra manera, con las mismas condiciones de cambio climático pero sin tanto combustible dispuesto para arder el incendio no alcanzaría el mismo poder destructivo.

Estas condiciones que provoca el cambio climático amplían la campaña de máximo riesgo una media de 1,8 días cada año, señaló Castellnou. Explicó cómo funcionan los pirocúmulos, el momento y las condiciones por las que “cae sobre el incendio y puede expandirlo en todas direcciones. No es solo el frente de llama, es la masa de aire caliente que cae sobre el monte que incendia lo que toca. Lo ideal sería enfrentarse a incendios que generan entre 1.000 y 3.000 Kw por metro, pero nos enfrentamos a una media de 8.000 kw/m cuando el límite para la supervivencia humana es de 10.000 kw/m. En esas condiciones es imposible acercarse sin sufrir quemaduras. Pero en algunos de los incendios más intensos del verano pasado en España se llegaron a alcanzar en determinados momentos hasta 164.000 kw/m. No hay capacidad de extinción frente a eso, así que el político que vende helicópteros como solución para apagar los incendios engaña a la sociedad. Lo hemos dicho bien claro, no queremos más recursos para extinción, la única forma de enfrentarnos a estos incendios es gestionar el paisaje”.

Señaló Castellnou que la extinción de una hectárea puede tener un coste entre 12.000 y 19.000 euros. Sin embargo, un tratamiento selvícola de una hectárea puede suponer una inversión de 2.400 a 4.000 euros, aunque los costes pueden variar en función de distintas variables.

“La sociedad reclama protección y la respuesta desde Europa es más inversión en medios de extinción. Apagamos incendios para protegernos de los bosques que se queman y eso es ya pasado. Debemos pensar en los bosques del futuro, los que dejaremos a nuestros hijos y estamos pensando solo en proteger los boques del siglo pasado”.

Orea, a casi 1.500 metros de altitud sobre el nivel del mar mira hacia el Bosque de la Abundancia, recientemente reconocido como Bosque del Año.

 “Tenemos que perder el miedo a hablar de procesadoras, aprovechamientos forestales y maquinaria forestal, son las herramientas que permiten mejorar el trabajo”, apuntó Sonia Roig, profesora en la Escuela de Ingeniería de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid. “Hay que despenalizar los aprovechamientos”, concluyó Begoña Abellanas, de la Universidad de Córdoba, y añadió que “para combatir los grandes incendios forestales, no se puede hablar solo de inversión en prevención, la solución es la gestión productiva”, es decir, generar oportunidades de bioeconomía en el mundo rural, el más íntimamente ligado a los espacios naturales.

Para Paco Castañares, presidente de la Asociación Amigos del Parque Nacional de Monfragüe, “conservar es gestionar, conservar no puede ser envasar al vacío, no se puede congelar el paisaje porque el medio natural es un ser vivo dinámico, en continuo cambio. Y el cambio más perjudicial que han sufrido en las últimas décadas los ENP ha sido la expulsión del ser humano y sus actividades, las que dieron lugar al paisaje que queremos proteger. Poner a un territorio el apellido de protegido no sirve de nada si no se actúa efectivamente para protegerlo”.

José Ramón González Pan, ingeniero técnico forestal, que ha desarrollado su carrera a mitad de camino entre incendios forestales y la divulgación de parques nacionales, apuntó que “la figura de los parques nacionales proviene de la de Montes de Utilidad Pública de los que los habitantes de los pueblos han obtenido recursos y han sido parte esencial de su desarrollo. Los parques nacionales tenían un concepto diferente al que han adquirido en nuestros días porque el concepto de uso público nace precisamente con los parques nacionales”. Y añadió que “lo que hay que conservar realmente es el medio rural. Para conservar hay que buscar la mejor forma para mantener los paisajes heredados y a las personas que los han modelado. La gestión es una herramienta valiosa para conseguirlo”.

Pero no es tan sencillo gestionar porque causas y consecuencias de la no intervención se mezclan y retroalimentan en un cóctel siempre amargo para el mantenimiento de la población rural en sus pueblos. “Hay una burocracia administrativa excesiva que dificulta cualquier iniciativa. Sin embargo, debemos mantener el optimismo con mensajes positivos de ejemplos de buenas prácticas, promover una sociedad civil comprometida capaz de establecer alianzas para gestionar con conocimiento”, señaló Francisco Casero, presidente de la Fundación Savia. Y añadió una reclamación que se repitió en varias ocasiones a lo largo de la jornada, “la necesidad de que los territorios rurales cobren por los servicios ambientales que la gestión de sus bosques presta al resto de la sociedad”.

Sin embargo, todo se puede perder en una sola tarde. Esa es la experiencia de los habitantes de la Sierra de la Culebra, en Zamora, donde dos incendios, con una diferencia de algo más de un mes, unieron sus superficies quemadas para alcanzar más de 66.000 hectáreas en el verano de 2022. Nazaret Mateos, tiene una empresa de recogida de setas con zonas de aprovechamiento que han quedado completamente quemadas.

Sus palabras fueron un testimonio de la desolación que invade muchas pequeñas poblaciones cuando ven arder todo su término municipal, cómo la frustración primero y la impotencia después se adueñan del ánimo colectivo y cómo se puede perder la esperanza cuando se ha invertido todos los ahorros en un negocio de turismo de naturaleza, por ejemplo, y allí solo ha quedado un terreno calcinado. “Anoche, desde la ventana de la habitación en Orea, vimos caer un buen número de rayos en el Alto Tajo. Menos mal que, al rato, comenzó a llover. Yo solo decía: ya la tenemos liada, como no llueva, ya la tenemos liada. Menos mal que llovió. Se llama estrés postraumático. Yo solo veo peligro de incendio en cualquier lado”.

Para Pablo Schapira, director de Rewilding Spain, una fundación cuyo objetivo principal es promover la recuperación de la naturaleza y la fauna salvaje en España “sobre la base de los procesos naturales”, así como generar nuevas oportunidades de negocio y empleo para la sociedad rural basadas en la naturaleza para detener la despoblación rural, defendió la gestión del territorio “pero la no intervención es también una forma de gestión. Deberá elegirse la mejor opción en función de los objetivos. Gestión y no intervención son complementarias”.

A la mesa de gestión frente a no intervención estaba invitada la asociación SOS Montes Universales, que lleva meses oponiéndose en redes sociales y medios de comunicación regionales a los trabajos de mejora en el Monte de Utilidad Pública nº 12 Vega de Tajo, en la Sierra de Albarracín. Había confirmado su presencia, después de varias llamadas y mensajes pero, sin explicación alguna, decidieron no cumplir con su compromiso y no acudieron. “Ha sido una lástima porque solo hablando puede entenderse la gente y aquí tenían una gran oportunidad para explicarse y hacer ver su punto de vista”, comentó Marta Corella, alcaldesa de Orea.

Rosabel Muñoz, alcaldesa de Alustante, Concha Casado teniente alcaldesa de Orea y diputada provincial, Chelo Alfonso, alcaldesa de Andilla y presidenta de la Asociación de Municipios Forestales de Comunidad Valenciana, Marta Corella, alcaldesa de Orea, Anga García, alcaldesa de Santibáñez, Helena Fernández, alcaldesa de Almendros y Diana Caballo, alcaldesa de Angón

La tarde comenzó con la mesa de mujer y municipalismo. Alcaldesas de pequeños pueblos compartieron la experiencia de hacerse cargo de un municipio; las razones, muchas veces casuales, que las llevaron a responsabilizarse de la vida social y el valor de su condición de mujer en el trabajo de gestión pública que desarrollan. Coincidieron en que “las mujeres tenemos una visión diferente porque vivimos una realidad diferente”.

Todas creen que es muy necesaria la participación de la mujer en la vida pública y en las decisiones municipales. “Hay que gestionar los pueblos, participar en el ayuntamiento y en las decisiones porque cuando estás fuera crees que todo es posible pero cuando estás dentro, las cosas son siempre diferentes, por eso es necesario que todo el mundo tenga alguna vez esta responsabilidad”, aseguró Concha Casado, teniente alcalde de Orea.

Para Ana García, alcaldesa de Santibáñez (Burgos) “en los pueblos hay unos valores sociales, de sentimiento de familia y de vocación de servicio público. Hay momentos en la vida en los que te marchas del pueblo pero luego vuelves, cuando te casas y tienes hijos, entonces te vuelve a importar tu pueblo”.

Para Marta Corella “no se puede renunciar al talento en los pueblos pequeños, cada persona puede aportar y tienes que comprometerte, aunque en algún momento alguien, por el hecho de ser mujer, acabe diciendo “ya está aquí la loca poniendo todo patas arriba”. Si fuese hombre sería un tipo muy dinámico, inquieto y trabajador. ¿Qué le vamos a hacer?, no vamos a dejar de hacer lo que creamos necesario por un comentario o actitud desafortunada”.

En los pueblos pequeños, considera Ana García que “solo tenemos que creérnoslo, las personas que vivimos en los pueblos somos poderosas, no necesitamos tutelas de nadie y es necesario que la política se haga de abajo a arriba. Lo que necesitamos es gente valiente, como nosotras”.

Coincidieron todas ellas es que debe reconocerse el valor de los servicios ecosistémicos a las personas que habitan el territorio y lo gestionan. “Si se nos pagasen los servicios ecosistémicos no tendríamos que estar mendigando subvenciones para poner en marcha proyectos que revitalicen nuestros pueblos”.

Los actos de la tarde se completaron con la presentación de dos libros: “Silvestre y el leñador” de Ángel Roldán, y El Parque Natural del Alto Tajo en imágenes, de Uge Fuertes.

Hubo actividades infantiles a partir del libro “El bosque es nuestra casa” de Sonia Roig y Sara Fernández. Se presentaron los resultados del grupo operativo Prorural, que ha identificado y localizado la madera de calidad y sus posibles usos en el Alto Tajo. Y se presentó el Consorcio Nacional del Bosque a tu casa, una propuesta que implicará a municipios de varias comunidades autónomas para suministrar productos naturales y renovables procedentes de la gestión forestal.

La tarde finalizó con la exhibición de cortas de troncos de la Real Cabaña de Carreteros, un concierto y una cena popular.

El segundo día los participantes pudieron comprobar la corta de un pino, dañado por el temporal de 2017, que servirá para hacer bancos de madera para el pueblo de Orea. Los maestros que, primero con hacha y posteriormente con sierra, demostraron la técnica tradicional de corta fueron los miembros de la Real Cabaña de Carreteros.

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