Liberan caballos prehistóricos en el Alto Tajo
Hace
seis décadas se extinguió como especie salvaje. Ha sido introducido en libertad
recientemente en el área de exclusión de Chernóbil y, desde hace un par de
meses, pasta en libertad en zonas boscosas altas de Guadalajara, en el Parque
Natural del Alto Tajo. No es posible describir la emoción vital que nos invade
al conseguir acercarnos a escasos ocho metros de 'caballos prehistóricos
vivientes', los przewalskii. No son amigables ni piden pan, sal o caricias como
los caballos domésticos, pero tampoco se muestran agresivos. Se limitan a
campear y hociquear el terreno, en grupo, desde el denso robledal primigenio en
el que se ocultan del calor, hacia la zona abierta de pastos por la que
transcurre un arroyo subterráneo. Este año han tardado las lluvias, pero en la
zona circundante a Zaorejas hay buena hierba fresca en junio. Parece primavera.
Y los animales se sienten frescos, cómodos y tranquilos. Estos pequeños pero
robustos caballos de crin fosca y recia tardan unos veinte minutos en permitir
nuestra cercanía —incluso el mayor de ellos nos advierte con un relinchar
sordo, como ahogado, y un movimiento brusco de testa que marca su 'territorio
de seguridad'—, pero finalmente nos toleran cuando comprueban que no somos una
amenaza, salvo si nos acercamos demasiado a los potros.
La
organización Rewilding Spain los ha introducido en el territorio como parte de
la estrategia de renaturalización del Sistema Ibérico Sur que está llevando a
cabo con el apoyo de las administraciones locales, otras fundaciones y, por
supuesto, de vecinos y científicos. Los caballos vivirán, libres, en una gran
zona demarcada por pastores eléctricos hasta que se aclimaten y forjen
querencia con este espacio natural casi prístino. En otoño se suprimirán estas
lindes para que la manada elija por sí misma su destino, agrupada o
fraccionada. Será su elección. Se trata de que puedan vivir y reproducirse en
estado salvaje total y, si todo va como esperan los biólogos, enraizarse en el
Alto Tajo y contribuir a su regeneración gracias a los innumerables servicios
ecosistémicos que su presencia proporciona.
Somos
muy privilegiados. Pateamos la montaña y la ribera del Tajo, cerca de su
nacimiento, junto a varios periodistas ambientales españoles y tres más
llegados desde Reino Unido, en un recorrido técnico informativo organizado por
esta fundación y apoyado por The European Nature Trust (TENT),Nuestros Espacios
Protegidos y la red Europarc. Nuestra misión es relatar —en base a la
observación no sólo del paisaje, sino de las múltiples acciones de recuperación
y dinamización que diferentes asociaciones locales impulsadas por gente joven
pero muy formada— que otra forma de hacer las cosas es posible y que en la
apabullante biodiversidad y riqueza natural de la Península Ibérica, incluso de
zonas casi ignotas o inaccesibles como ésta, reside una posibilidad real para
que la España poco poblada tenga esperanzas de desarrollo. Más allá de las
diferentes figuras de protección ambiental oficiales de las que gozan estos
territorios de Castilla-La Mancha. «El Alto Tajo reúne todas las
características necesarias para ser declarado finalmente Parque Nacional
—comenta Ignacio Jiménez, biólogo de Espacio Protegidos—, por su riqueza
natural y cultural, por el estado de conservación ambiental, por su
biodiversidad e importancia ecológica y geomorfológica, pero también por sus
valores históricos y patrimoniales». De hecho, el área del posible futuro
parque nacional, a caballo entre la Serranía de Cuenca y el Alto Tajo, ya se
encuentra delimitada y cartografiada en varios mapas y planos que circulan por
la zona y obran en poder de la Administración regional y de los ayuntamientos
que quedarían incluidos en el nuevo parque. El proyecto parece viable, cuenta
con apoyos incluso en la Junta de Comunidades, y hay pequeños empresarios de la
zona, asociaciones relacionadas con la promoción turística o guías ambientales
que se muestran ya seguros de que, salvo un giro en los intereses políticos que
cambie radicalmente el rumbo del proyecto, «el Alto Tajo se incorporará a la
Red de Parques Nacionales antes de 2030». Mientras tanto, todos trabajan a una
para conservar lo mucho bueno que el Alto Tajo tiene, protegerlo y recuperar lo
que se estaba perdiendo. O lo que se había perdido hace centurias. Como los
caballos libres.
Hace
sesenta años, víctima de la caza para conseguir carne fresca y del deterioro de
su hábitat natural, este caballo salvaje mongol, cuya línea genética de
ascendencia hacia los primeros equinos que habitaron la Tierra es la más
directa documentada, se consideraba extinto en estado silvestre. Apenas quedaba
una docena de ejemplares en fincas privadas. El caballo de Przewalski (Equus
ferus przewalskii) es, en efecto, un vestigio vivo de los caballos
prehistóricos, el último caballo salvaje verdadero que se conoce —pues nunca
fue domesticado—, y el único ancestro del caballo doméstico que pervive. Es
éste un aspecto controvertido, pues si bien durante mucho tiempo se consideró
como el único caballo salvaje del mundo, un reciente 'paper' publicado en la
revista Science, dirigido por la especialista en geogenética Charleen Gaunitz
(Globe Institute, Universidad de Copenhage), sugiere que se trata de una forma asilvestrada
descendiente de los primeros caballos domesticados por el pueblo Botai, en el
norte de Kazajistán, hace unos 5.500 años. Quizás de ahí la facilidad que
muestran los ejemplares introducidos en Guadalajara para aceptar la presencia
relativamente cercana del ser humano.
Fue
el explorador ruso de origen polaco Nikolai Przewalski quien describió por
primera vez esta subespecie, en 1879, en el desierto mongol de Gobi. También
conocido como 'takhi', la escasa diversidad genética disponible de la especie
hizo temer por su total desaparición, ello a pesar de que se ha demostrado que
el rango genético es más diverso que en razas domésticas muy depuradas, como
por ejemplo el caballo árabe o el pura sangre inglés. En cualquier caso, su
carácter prehistórico (más allá de su morfología o del hecho de que presente un
cromosoma más que el caballo doméstico) ha sido demostrado gracias a estudios
de ADN en restos biológicos del Pleistoceno. Ludovic Orlando, genetista
evolutivo del Museo de Historia Natural de Dinamarca, cartografió, junto a su
equipo, el ADN de un caballo de más de 700.000 años a partir del hueso de una
pata descubierto en una excavación arqueológica y proporcionó así la secuencia
genética más antigua y la que determina la relación evolutiva entre los
caballos domésticos modernos y el caballo de Przewalski. «Los przewalski son
una rama del linaje que dio origen a los caballos domésticos; los dos grupos se
separaron hace milenios —explica Orlando, quien hace seis años ya demostró con
su equipo de trabajo que el przewalski es el descendiente salvaje de los
primeros caballos domesticados por el ser humano—. La tribu botai los utilizaba
para tener reservas de carne y consumir la leche de las yeguas. Suponemos que
parte de las poblaciones escaparon a la presión humana y se asalvajaron, dando
lugar a la subespecie que hoy conocemos».
Sea
como fuere, hace 55 años que el przewalski se declaró «extinto» en libertad. A
finales del siglo XIX estos équidos silvestres ya eran escasos en las estepas
de Mongolia y China. El último ejemplar salvaje fue observado en el desierto de
Gobi en 1969. En cautividad sólo se conservaron dos grupos en los zoológicos de
Münich y Praga: apenas una docena de individuos. En 1977 se crea la Fundación
para la Preservación y Protección del Caballo Przewalski y, así, comienza el
primer programa de recuperación de este caballo / DIARIO ABC
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